Experiencias

Albert Tomàs, la valentía de participar en MARES
Hablando con Albert Tomàs pudiera parecer que un proyecto como MARES representó una tarea sencilla pero, tras unos minutos de entrevista, percibimos rápidamente que fueron más de 11 años de duro trabajo.
El sistema para la ejercitación e investigación de la atrofia muscular (MARES por sus siglas en inglés) es una instalación de la Agencia Espacial Europea (ESA) para la investigación de los efectos que provoca la ingravidez en los músculos del ser humano. Instalación que permanece integrada en el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional (ISS) y forma parte del laboratorio espacial de la NASA, Human Research Facility. SENER, como contratista principal, ha sido responsable de la gestión del proyecto, del diseño global del sistema, de todas las electrónicas, de control, de potencia y de supervisión, y de las partes mecánicas y estructurales, así como del software.
“Cuando comenzó MARES –así relata Albert- la idea de la ESA era formar un proyecto colaborativo entre varios países europeos, como acostumbra en sus adjudicaciones. De este modo, SENER (anteriormente NTE-SENER), como representante de la parte española, se hacía cargo de la gestión, ingeniería de sistemas, software de control e integración y validación y a otros proveedores les correspondía la responsabilidad del desarrollo del subsistema mecánico (Suiza), motores (Suiza), batería (EEUU), software de interface con el usuario (Holanda) o electrónica (Bélgica).”
De este modo, una vez adjudicada la fase A del proyecto, comenzaron las reuniones de definición de requisitos para MARES. “Y ahí es cuando se da paso al caos más absoluto” recuerda entretenido Albert. Más de cinco compañías suministradoras y sus representantes se unían a los grupos de científicos implicados en el proyecto y a participantes de ESA y NASA. ¿El resultado? Más de 60 personas opinando, incapaces de ponerse de acuerdo.
“Además –nos cuenta Albert- nos encontramos con un problema adicional. El sistema necesario para cumplir todos los requisitos científicos pesaba más del doble de lo que debía y nadie era capaz de renunciar o reducir sus exigencias”. Tras mucho esfuerzo, todos los actores cómplices del proyecto acordaron y lograron reducir la carga a la mitad del inicial (350 kg).
En ese momento se licitó el contrato para las fases B+CD, y una vez organizada la distribución de los subcontratistas y cuando parecía que la fase de licitación iba a ser fácilmente superada, comenzaron los quebraderos de cabeza. “Poco antes de firmar el contrato, la empresa belga suministradora de la electrónica se declaró en quiebra. La solución que propusimos era que SENER se hiciera cargo de estas nuevas responsabilidades y, pese a que eso suponía traspasar la cuota del geo-retorno, la ESA aceptó”.
La fase PDR (Presentación preliminar de diseño) estaba al caer y nuevas dificultades sobrevenían. La corporación suiza encargada del diseño estructural y mecánico reclamaba más dinero del inicialmente otorgado, por sobrecostes en el desarrollo.
“Llegamos a tal punto de ser considerados personas non gratas dentro de esta compañía suiza y ser escoltados a la salida por seguridad” ríe Albert. Finalmente, este escollo fue salvado con un nuevo aumento de la responsabilidad de trabajo de SENER, que adquiría así también, los trabajos de biomecánica del aparato.
El proyecto avanzaba poco a poco hasta que, de nuevo, los compañeros de SENER se encontraron con una piedra en el camino. “La compañía americana de baterías se declaró en bancarrota” recuerda incrédulo Albert. De nuevo tocaba negociar con la ESA. El sustituto elegido finalmente fue una compañía del Reino Unido.
Cada vez eran menos las empresas suministradoras, pero aún le esperaba a SENER una nueva sorpresa. En el momento de pruebas de los modelos de vuelo, y con el penúltimo motor entregado, la empresa responsable de estos decide cerrar su negocio de espacio.
“A todas estas dificultades adicionales había que añadirle más de 4.000 requerimientos técnicos de la ESA” indica Albert. Un verdadero dolor de cabeza para las personas de SENER como Albert Tomàs, Carlos Martín-Nuño, Manel Canchado, Manuel Viana, Joan Ariño, Toni Romero, Héctor García, Jordi Duatis, Óscar Maroto, Eva Creus y muchos otros.
Parecía que el proyecto llegaba a su fin una vez montada la unidad y lista para despegar a la ISS cuando, de repente, las baterías inglesas comienzan a arder. Sin tiempo para reaccionar, SENER lideró, una vez más, la solución.
“Nos dimos cuenta de que la empresa había montado mal la electrónica, así que nos hicimos cargo de desmontarla, construir nuevos circuitos y probarlos y devolver todo al sitio que le correspondía, todo ello en un tiempo record de dos semanas” recuerda Albert.
El sistema se entregó al cliente final, la NASA, y esta lo embarcó rumbo a la Estación Espacial Internacional. Aquí acababa el trabajo de SENER y empezaba una larga vida de recopilación de información del estado físico de los astronautas.
Fue en noviembre del pasado 2016 cuando, por vez primera, los astronautas a bordo del ISS pudieron realizar la primera prueba real del equipo, que fue todo un éxito. SENER podía, por fin, respirar tranquila.